Como observador de mi entorno y en claro compromiso con él, tras una sesión de 75 minutos de televisiones generalistas este fin de semana, me siento en la obligación de expresar que no apruebo todo cuanto veo. Por ello he glosado en una lista incompleta una serie de conclusiones que con gusto comparto con todos vosotros, mis lectores.
1. En tiempos de decadencia, hay que tomar medidas, y estas medidas tienen que ser drásticas. Aunque resulte impopular. Por una vez voy a discrepar de mi admirado Julio Anguita. Hace unos días le escuché en una curiosa entrevista (hacía tiempo que no le veía y los últimos años y acontecimientos han hecho dura mella en él) en la que decía: "Al pueblo hay que hacerle caso, aunque se equivoque". Bien, yo opino todo lo contrario: al pueblo no hay que hacerle caso, ni siquiera aunque acierte. Las audiencias televisivas son un invento diabólico. No significan nada. Si la gente quiere escuchar gritos e insultos, que insonorice sus casas y grite un poco más que de costumbre. No necesitan verlo por televisión.
2. En cuanto a los autómatas televisivos con engrudo para fabricar churros en el sitio donde los libros de anatomía colocan el cerebro, hago un repaso general -tampoco le puedo pedir peras al olmo, y 75 minutos de teúve dan de sí lo que dan de sí- y presento la siguiente tabla.
A. Rouco Varela. Delito principal: incitar a la homofobia en nombre de la Iglesia Católica. Delito secundario: No aceptar la invitación de Paco Clavel para integrar un espectáculo de cabaret o de circo como el de las hermanas siamesas de "Sabotage" (1942), la peli de Hitchcock escrita por la señora Parker, o más recientemente "Big fish", de Tim Burton. Se le condena a la pena de ser entregado sin miramientos en manos de un cirujano plástico en prácticas, que podrá explotar el método de ensayo-error hasta el agotamiento.
B. Lidia Lozano. Delito: La punta del iceberg es su imagen en sí misma: mechas, su baile chuminero-chumimaki ¡¿chumiqué?! y un maquillaje en el que podría albergar parásitos suficientes para nutrir un ecosistema completo de aves rapaces y un uso deliberadamente aberrante de los tonos pastel de su ropa. Si luego abre la boca, en claro desafío a unos pólipos del tamaño de una calabaza y a los extraterrestres que la han abducido, y solo vierte sonidos de soez nasalidad que harían parecer fina y elegante a una verdulera estereotipada, pues convendréis conmigo en que no tiene que molestarse en replicar si es condenada a la guillotina, el mejor remedio contra los pólipos: sin cuello no hay pólipos.
C. En el mismo paquete meto a todos sus compañeros de Sálvame y otros programas-basuras cuyos nombres afortunadamente desconozco.
D. Los concursantes de los programas de telerrealidad, osea, Gran Hermano: analfabetos funcionales, perversamente soeces, realmente atrevidos en su imagen, exhibicionistas, teñidos por sus peores enemigos, ordinarios sin sentido de la contrición... Todos, sin excepción, a una patera y al mar rumbo a la Antártida. ¿No quieren reality? Pues eso es reality. Y si alguno sobrevive, que venga y nos lo cuente.
E. La programación de Telemadrid en bloque, excepto nada. Ya está bien de presentar a los madrileños como una caterva de analfabetos, de septuagenarios con ganas de bailar un chotis, de conformistas resignados y de gente que confunde el arte con cualquier cosa, una sonajero, por ejemplo. Es abominable tanto servilismo. Por favor: dedicaros al macramé o al petit-point, pero no me hagáis sonrojar ni una vez más, que ya tengo yo bastante con lo mío. Todos condenados al fuego purificador, que es el mejor peeling. Ah, se me olvidaba: también habría que mencionar un programa de debate y pulso político presentado por un tal ni me acuerdo. Abyecto.
F. Zapatero, Rubalcaba, Rajoy, Sáez de Santamaría... Delito: ladrar en exceso y sin pudor para generar crispación social y enfrentamientos. Para eso nadie os ha elegido: si queréis ladrar, os lo pagáis vosotros. Pena: todos a una cancha y a matarse a bocados, si es lo que les gusta, como en "Amores Perros". Se admiten apuestas.
G. Y los de siempre: los (tram)Pantojos, Carmen Lomana, todos los pseudoperiodistas, las marionetas teledirigidas, Jordi González, los negacionistas ultrapeperos de la igualdad homosexual, los defensores de rompe y rasga del derecho del no nasciturus, David Bisbal, ésa dictadora televisiva disfrazada de Parada pero con piel vengadora tóxica que es María Teresa Campos, y un largo ETC -por su empalago rayando en la tortura- y todos los colaboradores de los programas que presentan, sin excepción. Pero sin excepción alguna.
Pero para que veáis que no soy tan intransigente como podría parecer, todos ellos podrían redimir su pena y salvar el pellejo si se comprometieran a alejarse de cualquier cámara de TV, acompañado o no de un exilio interior, y se dedican a cualquier otra cosa... En fin, no sé, hay un montón de salidas. Yo desde luego me encargaría de verificar su alejamiento de todo lo que huela a TV con un medidor láser de distancias.
Quizá pueda parecer un poco radical, pero las revoluciones son así: no admiten medias tintas. Por supuesto que me he dejado a delincuentes en el tintero, pero, aunque me gusta ser exhaustivo, ahora me tengo que ir a observar la realidad. Vosotros podéis completar este modesto muestrario. Gracias.
Francisco Férriz.
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